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La igualdad y equidad de género

28 de junio del 2023 / 04 de agosto del 2023

Autora: Sandra Gross


PARTE I

Imagen: Forbes Ec


La igualdad no es una búsqueda de ser lo mismo o idéntico; es un principio que establece una relación entre la complejidad de diferencias al proveer un hilo que une a toda la humanidad.

Tanto la igualdad como la equidad son conceptos cuestionados y encuentran polémica y polarización en los entornos sociales y políticos que habitan. Y no solo motivan desacuerdo, sino que también se utilizan indistintamente como si fueran lo mismo, pero son diferentes y divergen en significado y particularmente en la práctica. Al mismo tiempo, ambos son importantes por razones distintas y dignas de discusión. Esta vez, la discusión se centrará en la igualdad, mientras que la equidad se analizará en un próximo artículo.


La igualdad reconoce que todos los seres humanos tienen el mismo valor, merecen el mismo respeto y por lo tanto los mismos derechos y acceso a oportunidades. El principio que todas las personas tienen derecho a ser tratadas por igual es fundamento de la democracia, los derechos humanos y el derecho constitucional. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos es un pilar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Este documento establece, además, la igualdad ante la ley y la protección de las personas contra la discriminación. La no discriminación es una cuestión de justicia social, de garantizar derechos independientemente de procedencia o identidad y de acceso, que implica la eliminación de barreras que impiden la participación plena y libre de personas en una sociedad.


La igualdad de género es, ante todo, un derecho humano. Significa igualdad de derechos, acceso y oportunidades independientemente del género; significa que mujeres y niñas participen como seres iguales en una sociedad y tengan acceso a las mismas libertades y oportunidades que permiten ejercer la autonomía y el desarrollo de su potencial.


La igualdad adquiere consecuencias agudas cuando nos encontramos en el lado opuesto que es la desigualdad y cuando sentimos las brechas entre personas y grupos sociales. Es la desigualdad de género, anidada en relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres, que engendra la violencia contra la mujer. Diferencias estructurales de poder basadas en el género conducen a las mujeres a posiciones de subordinación, el mecanismo social que crea las circunstancias que las pone en riesgo y vulnerables a las múltiples formas de violencia.


Las brechas o las disparidades de género, según el último informe 2022 del Foro Económico Mundial sobre la brecha global de género, se traducen en una realidad de millones de niñas y mujeres que no tienen acceso a la educación, salud, participación en la economía y al liderazgo político, el foro y el marco para establecer las políticas públicas, programas y estrategias para empoderar a las mujeres. Comparado con el año anterior, el informe evidencia una mejora general global, pero al mismo tiempo constata que el avance hacia el cierre de la brecha de género se ha estancado en la mayoría de los países y que, manteniendo constante el ritmo actual de cambio, tomaría 132 años en alcanzar la paridad de género. En 132 años, ¿cuántos más millones de niñas y mujeres se perderán en la brecha de género?


En oposición a la igualdad de género es el argumento común de que los hombres y las mujeres son biológicamente diferentes y por ende la igualdad es primero imposible y segundo borra lo que debe celebrarse de estas diferencias. Lo femenino va a desaparecer o existir en estado de peligro. Simone de Beauvoir señaló hace mucho tiempo el temor de la sociedad ante la supuesta extinción de la feminidad de la “mujer real” -¿qué le ha pasado a la mujer? protestó la sociedad- debido al feminismo y, sin embargo, más de 70 años después de la publicación del Segundo Sexo, la feminidad todavía abunda, incluso reconceptualizada en formas más inclusivas y vinculadas a las muchas intersecciones de identidad de la mujer.


De hecho, no es ningún secreto que existen diferencias entre hombres y mujeres. La igualdad no es una búsqueda de ser lo mismo o idéntico; es un principio que establece una relación entre la complejidad de diferencias al proveer un hilo que une a toda la humanidad.

Y como el feminismo, la igualdad tampoco es un juego de suma cero. Los protagonistas no son ganadores o perdedores, y el cambio no es ganancia o pérdida. La suma y el resultado no son fijos ni estáticos. Más bien, la suma crece multiplicada y potenciada por las contribuciones de todas las personas incluidas en la ecuación. (O)


PARTE II

Imagen: Forbes Ec


Con acciones equitativas, se puede reconfigurar entornos impulsados por la hegemonía del masculino para construir entornos que promueven culturas simétricas, conectivas y relacionales de género.

En resumen y en referencia al artículo anterior, la igualdad de género es un derecho humano que aboga la igualdad de derechos, acceso y oportunidades, independientemente del género y sin discriminación. La igualdad cree en maximizar el desarrollo y el potencial de todos los individuos en una sociedad para un disfrute igual de recursos y recompensas. Lograr la igualdad de género, sin embargo, es un tema complejo y requiere la ayuda de la equidad.


Alcanzar la igualdad implica la necesidad de hacer cosas específicas y diferentes para distintos grupos de personas. La equidad reconoce que las personas tienen circunstancias diferentes y como resultado carecen del mismo acceso a las oportunidades. No todos partimos del mismo lugar; donde empezamos en la vida es diferente, y este punto de partida está relacionado con nuestras identidades sociales, las variables que nos definen en relación con nuestros entornos y también determinan nuestras experiencias de vida. Si dibujáramos la línea de partida de una carrera, las personas, según sus circunstancias, estarían a diferentes distancias detrás de ella, por lo que sus ubicaciones se convierten en una cuestión de justicia y equidad. Por esta razón, se requiere distintos recursos y estrategias para alcanzar resultados igualitarios. En otras palabras, la equidad nos proporciona un medio para llegar a la igualdad.


La equidad de género reconoce las disparidades entre mujeres y hombres y las identifica para corregirlas. Género es una variable de identidad social poderosamente diferenciadora. Es un concepto socialmente construido y arraigado en la complejidad y oposición de relacionamiento entre hombre y mujer. El género diferencia y atribuye diferentes valores e importancia en función de la dicotomía de hombre/mujer y masculinidad/feminidad. El dualismo de género está impregnado de una jerarquía de poder y privilegio que afirma constantemente al hombre mientras subyuga a la mujer. Simone de Beauvoir señaló que masculino y femenino no se usan en simetría; de hecho, el hombre en su poder se ha definido como humanidad y el tipo humano absoluto, mientras que la mujer es el Otro, un ser existente no en autonomía, sino un objeto del y en relación con el hombre.


Así que, si volvemos a la visualización de nuestra línea de partida, el poder del hombre en base a la subordinación de la mujer la coloca muy detrás de la línea, detrás de los hombres que están al frente. En la vida diaria, esta realidad es descaradamente evidente. La subrepresentación de mujeres en liderazgo y en profesiones de STEM son ejemplos críticos. Las dos áreas son fundamentalmente caracterizadas por la tipificación de género de las habilidades y conocimiento requeridos para un desempeño eficaz y exitoso. Son áreas y ocupaciones “duras” que se clasifican en alineación con los atributos percibidos del hombre y lo masculino. También son fundamentales para promover el progreso y bienestar de las sociedades. Las mujeres comprenden más de la mitad de la población mundial –y por ende son desproporcionadamente impactadas por las crecientes crisis económicas, sociales y ambientales – pero son una presencia minoritaria en la toma de decisiones y el desarrollo de soluciones científicas y tecnológicas. En consecuencia, el potencial de respuesta e innovación se ve limitado al preservar entornos homogéneos del hombre y excluir a la mitad de la población.


La equidad reconoce la desigualdad y promueve acciones específicas para nivelar el campo de juego y cambiar sus reglas. El trato diferente para lograr la igualdad puede sonar contradictorio, pero es común en la práctica, particularmente en la educación. Cursos de nivelación, tutorías, el suministro de útiles escolares en el aula, la adaptación de métodos de enseñanza a las capacidades de aprendizaje de los estudiantes son todos ejemplos de equidad. Estas estrategias reconocen que los estudiantes tienen diferentes necesidades y para su éxito se requiere de una infusión dirigida de apoyo y recursos.


Para promover la equidad de género, es necesario crear entornos inclusivos y colaborativos en los que las experiencias vividas de sus participantes no estén dominadas por el género. En la práctica, estas ideas se convierten en acciones como la revisión y actualización de políticas organizacionales para asegurar y hacer cumplir la no discriminación y acoso, el reclutamiento activo de mujeres en roles de liderazgo, y estrategias internas y externas de comunicación para visibilizar a las mujeres y así crear cadenas de influencia y modelos a seguir que promueven la re-socialización de género. Con acciones equitativas, se puede reconfigurar entornos impulsados por la hegemonía del masculino para construir entornos que promueven culturas simétricas, conectivas y relacionales de género. (O)


ARTÍCULOS PUBLICADOS POR: Forbes EC

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