top of page

Liderar desde la incomodidad

  • Foto del escritor: Women For Women Ecuador
    Women For Women Ecuador
  • 30 may
  • 4 Min. de lectura

26 de mayo del 2025

Autor: Susana Reina


Imagen: Feminismo INC
Imagen: Feminismo INC

Estas fueron mis palabras en el Women Economic Forum Panamá Mayo, 2025


¿Alguna vez una mujer que conoces ha sido llamada ‘difícil’ solo por ser directa, firme o tener ideas claras?


Una mujer que pide aumento salarial sin disculparse, incomoda.


Una madre que exige corresponsabilidad en casa, incomoda.


Una joven que lidera un proyecto en un ambiente dominado por hombres, incomoda.


A muchas líderes no se las premia por su claridad, sino que se las juzga por la incomodidad que generan cuando piden, reclaman, negocian, deciden.


Y es que el liderazgo femenino ha sido históricamente incómodo para las estructuras tradicionales, porque muestra desigualdades, cuestiona privilegios y se percibe como amenaza. Y sin embargo, son esas incomodidades las que mueven estructuras. Cada mujer que incomoda desde la verdad transforma no solo su vida, sino las posibilidades de las que vienen detrás.


¿Levantarías la voz en una reunión, aunque te llamen mandona?


¿Pedirías una promoción, aunque te digan que ‘no es tu momento’?


¿Formarías tu propio equipo, aún si todos te dicen que es demasiado riesgo?


Cada respuesta que damos refleja una verdad: el liderazgo femenino ha tenido que tomar decisiones incómodas para abrir caminos. Y eso es atrevimiento con valentía. Eso se llama liderar desde la incomodidad.


Incomodar como mujer líder puede significar pedir tu lugar, decir que no, exigir respeto o simplemente ocupar espacios sin pedir disculpas. Cada uno de estos ejemplos nos muestra una constante: quien incomoda con propósito, abre la puerta al cambio. Esa incomodidad no es un defecto… es el precio de la transformación.


No estás aquí para ser cómoda. Estás aquí para ser verdadera, firme y libre. Lidera, incomoda, transforma. Porque cuando una mujer lidera desde su autenticidad, no solo rompe techos de cristal, rompe silencios que nunca debieron existir.


Cuando sientas que estás siendo incómoda, pregúntate: ¿estoy siendo fiel a mí misma o a la imagen que quieren de mí?


Replantear la incomodidad: de amenaza a oportunidad

La palabra «incomodar» suele tener una connotación negativa. Nos remite al conflicto, al rechazo, a la resistencia. Pero en realidad, incomodar es mover lo que está estancado, es cuestionar lo que se da por sentado. La incomodidad no es el problema. Es la señal de que algo necesita atención, cambio o crecimiento.


A menudo confundimos incomodar con atacar, pero no son lo mismo. Incomodar con conciencia es una forma de amor incómodo. Es decirle al otro —o a uno mismo— “esto necesita cambiar”. Incomodar no significa atacar. Significa mostrar una verdad que ha sido ignorada. Y cuando una verdad sale a la luz ya no hay forma de volver atrás.


Toda evolución comienza con una incomodidad: el cuerpo duele cuando empieza a entrenarse, las relaciones sanan cuando se atraviesa la conversación difícil, los sistemas cambian cuando alguien dice “esto así ya no va más”. Por todo ello, la incomodidad no es el obstáculo de la transformación. Es la puerta.


Así que cuando algo te incomode —una idea, una persona, una verdad— no lo rechaces de inmediato. Pregúntate: ¿qué parte de mí está siendo invitada a crecer? Porque, quizás, ese es el comienzo de tu próxima transformación.


Incomodar con conciencia: el nuevo liderazgo

El mundo no necesita más comodidad disfrazada de paz. Necesita más mujeres que se animen a incomodar desde el amor, la claridad y el propósito.


Durante siglos, a muchas mujeres se nos ha enseñado —directa o indirectamente— a ajustar el tono, el volumen y hasta el contenido de la voz para no incomodar. A sonreír mientras opinan. A pedir permiso antes de proponer. A hablar “con cuidado” para no parecer mandonas, intensas, o —el adjetivo favorito de los entornos inseguros— “demasiado emocionales”.


La transformación comienza cuando dejamos de suavizar nuestra voz para que otros se sientan cómodos. Esto no es solo un tema de lenguaje. Es una estrategia de supervivencia aprendida. Un mecanismo de adaptación en espacios donde la autoridad se construyó sin mujeres en mente. Pero el costo de esta suavización constante es alto: cuando suavizamos nuestra voz para no incomodar, muchas veces dejamos de decir lo que realmente importa.

Una mujer que habla con firmeza no está siendo “dura”. Está siendo clara.


Una mujer que pone límites no está siendo “problemática”. Está siendo respetuosa consigo misma.


Una mujer que dice «esto no me parece justo» no está dividiendo: está visibilizando lo que otros prefieren ignorar.


Porque cada vez que una mujer deja de suavizar su voz, otras se sienten más libres de usar la suya. Y así empieza la transformación: no desde grandes discursos, sino desde pequeñas decisiones cotidianas de decir con fuerza lo que antes solo se susurraba.


¿Quién define qué es “demasiado” en una mujer líder? Muchas veces, quienes se sienten amenazados por el hecho de que ella ya no está dispuesta a suavizar su verdad para hacerlos sentir cómodos.


Cada vez que eliges no minimizar tu mensaje para proteger egos, estás rompiendo una cadena antigua.


Cada vez que eliges decir “esto es lo que pienso, aunque incomode”, estás afirmando un nuevo liderazgo: uno basado en la autenticidad, no en la aprobación.


La transformación empieza allí

En una junta directiva donde una mujer ya no sonríe para suavizar su desacuerdo.En una pareja donde ella ya no se disculpa por tener metas propias.En un equipo donde su liderazgo ya no necesita “justificarse” con dulzura excesiva.

La transformación —ya sea personal, colectiva o sistémica— requiere movimiento. Y el movimiento, por definición, incomoda lo que estaba quieto: cambiar una creencia arraigada incomoda, dejar una relación que ya no suma incomoda, cuestionar normas sociales patriarcales establecidas incomoda.

Si no incomoda a alguien o algo, probablemente no está transformando nada relevante. De hecho, muchos sistemas (sociales, laborales, familiares) se mantienen no porque funcionen bien, sino porque son cómodos… para algunos. Las brechas de género en el trabajo siguen existiendo porque es más cómodo no hablar de ellas. El racismo estructural persiste porque incomoda revisar los privilegios. El liderazgo mediocre se mantiene porque nadie se anima a cuestionarlo.

Lo contrario a incomodar no es paz. Es conformismo. Y lo contrario a transformar no es estabilidad. Es estancamiento. Entonces sí: incomodar es necesario para generar una conciencia nueva que empuje hacia una acción diferente.


¿Qué parte de tu vida —o de tu organización— necesita hoy una dosis de incomodidad para poder transformarse?

Imagen: Feminismo INC
Imagen: Feminismo INC

ARTÍCULO PUBLICADO POR: Feminismo INC



 
 
 

Comments


Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page